HAUSER & WIRTH MENORCA

HAUSER & WIRTH MENORCA

UNA ISLAND
DENTRO
DE OTRA ISLA

En otoño, cuando se publique este artículo, poco o nada nuevo se podrá decir del centro cultural y galería que Hauser & Wirth ha abierto este verano en Menorca. Pero lo cierto es que yo lo visito cuando aún falta más de un mes para su apertura, los espacios expositivos están vacíos y en la Cantina se ultiman los detalles para acoger a todo aquel que quiera resguardarse del sol y tomar fuerzas en un verano en el que las temperaturas alcanzarán máximos históricos.

Es 8 de junio de 2021, quedan cuarenta días para la inauguración del centro y para recibirme no está el matrimonio que da nombre a la reconocida galería suiza sino una nueva familia creada en torno a este acogedor espacio en plena Isla del Rey: Luis Laplace, el arquitecto que firma el proyecto; Mar Rescalvo Pons, directora del centro y Marta Coll, responsable de prensa y comunicación. Esta última es quien me recoge en el puerto de Mahón y, mientras surcamos las aguas del puerto, me explica la historia de este singular enclave estratégico. Al parecer, en 1711 y bajo dominio inglés, el almirante John Jennings ordenó construir un hospital naval con la intención de atender a los heridos de posibles contiendas sin tener que adentrarse en el interior de Menorca. Dicho hospital continúa siendo parte viva de la isla y una fundación sin ánimo de lucro creada para su conservación, ‘Els Amics de l’Illa de l’Hospital’ [Los Amigos de la Isla del Hospital], trabaja en la restauración del edificio central. La intervención de Hauser & Wirth no se realiza en dicho edificio sino en un conjunto industrial destinado a almacenaje que fue incorporado frente a él en 1784 para guardar material sanitario que abasteciese al centro hospitalario.

A nuestra llegada a Isla del Rey y bajo un sol de justicia, nos encontramos con Luis y Mar. Los nervios y la ilusión por explicar el proyecto se perciben en los tres miembros del equipo. La química entre ellos es evidente. Unos acaban las frases de los otros, bromean y destilan una naturalidad que me lleva a sentirme, casi de inmediato, como en mi propia casa.

La primera parada de la visita es en el patio principal, cuyo muro se quiebra en el centro formando un cuadrado perfecto que se abre al exterior: «Queríamos poner en valor la higuera ya que ésta es la abertura más grande de todo el proyecto» explica Luis. Para recibirnos en este íntimo rincón que funciona como entrada a la galería, se encuentra la araña de Louise Bourgeois que, en diálogo con la luz del mediodía refleja la anatomía del insecto sobre el suelo haciéndola trepar por sus muros según van pasando las horas.

Para mí, el desafío más interesante fue descubrir el lugar. Entender su personalidad. Hay un bagaje cultural que no hay que negar sino poner en valor
— Luis Laplace

Mientras recorremos los diferentes espacios que componen el centro, Luis me explica que fue hace una década cuando, bajo malas hierbas y casi completamente cubierto por el paso del tiempo, Manuela Hauser e Iwan Wirth, junto a quienes se encontraba visitando la isla, descubrieron el edificio. «Lo más increíble es que desde el mar no se veía. Estaba totalmente anegado. Los techos se encontraban en muy mal estado. Era un edificio un poco bastardo cuya existencia había pasado inadvertida», explica Luis. El trabajo de restauración realizado sobre la estructura se llevó a cabo con sumo cuidado, conservando todo lo posible vigas y otros materiales originales. «Para mí, el desafío más interesante fue descubrir el lugar. Entender su personalidad. Hay un bagaje cultural que no hay que negar sino poner en valor».

Para el centro Hauser & Wirth, estar en contacto y nutrir la comunidad local es un aspecto esencial. «Aunque tenemos una exposición de arte contemporáneo en la galería, el resto del trabajo se centra en unir fuerzas con proyectos culturales de calidad ya existentes en la isla, creando sinergias y aumentando la oferta», señala Mar.

Pero el proyecto no acaba ahí sino que el entorno forma parte del diálogo entre arte y naturaleza tan habitual de la galería Hauser & Wirth. Paseamos entre las obras de Franz West, Miró y Chillida que habitan el jardín del aclamado Piet Oudolf. «Piet hizo un trabajo enorme de limpieza, conservando la flora local y desechando lo demás porque, de hecho, había una capa de varios metros de caña y de bambú que ocultaba el paisaje» señala Luis. Con los años, ambos han forjado una relación de amistad y admiración mutua: «Piet tiene una cosa que me encanta, y es que habla de su jardín como en un estado de reposo cuando llega el invierno. Él habla de la muerte de algo y de la belleza que esconde ese mismo período. El fin de una estación puede ser una forma de movimiento».

La brisa que susurra entre las ramas de los olivos refuerza el paisaje mediterráneo al tiempo que erosiona dulcemente el edificio y mantiene su anatomía cada vez más viva. «Como no-arquitecta, una cosa que me fascina del proyecto es que ha conseguido que los espacios te sitúen en todo momento en el lugar en el que estás. La isla es bella en sí misma, por lo que el paisaje enmarcado en las ventanas se convierte en una obra de arte», señala Mar. Los tres se confiesan enamorados de la más humilde de las Islas Baleares. Una devoción que comparten con Iwan y Manuela, quienes residen en Menorca cada verano. Marta y Mar nacieron aquí. Luis, de origen argentino afincado en París, se considera un orgulloso hijo adoptivo de Alayor, el pueblo menorquín en el que tiene su segunda residencia. Ahora los tres han echado raíces en esta pequeña Isla del Rey, que con un imponente pasado, abre un nuevo capítulo en la historia hacia un prometedor futuro.