EN EL CORAZÓN DE LA FAMILIA ARTIGAS

EN EL CORAZÓN DE LA FAMILIA ARTIGAS

FUNDACIÓ
ARTIGAS

Un pequeño cartel que indica el ‘Camí de l'Església’ nos lleva al Racó de Gallifa, la masía situada en este pequeño pueblo del interior de Barcelona donde se han creado algunas de las piezas más reconocibles de la historia de la pintura y la cerámica del siglo pasado.

Siguiendo el sendero, entre las hojas de los árboles, se observa un cartel de madera que reza “Fundación J. Llorens Artigas”. Creada en 1989 por el escultor Joan Gardy Artigas, ésta rinde homenaje a su padre, Josep Llorens Artigas (Barcelona, 1892-1980), y reconoce su labor con la cerámica como disciplina artística al tiempo que fomenta la educación, la cultura y las artes.

En esta familia de artistas, cada nueva generación lleva más lejos la obra de su antecesor. Si uno analiza la biografía de Josep Llorens Artigas con respecto a Joan Gardy, pareciera que en lugar de un hijo, este último ejerciera de alter ego. Nacidos en junio, con 2 días y 44 años de diferencia, ambos trabajaron en la galería Maeght, ambos vivieron en París y los dos sintieron la pulsión de la cultura y tradición asiáticas. Juntos, además, colaboraron con diversidad de creadores, entre los cuales, quizá Joan Miró fuera con quien lo hicieran más intensamente y como si los tres fuesen una gran familia.

Isao Llorens forma parte de la tercera generación Artigas que se dedica al arte. Éste compagina su trabajo como director de la fundación con la creación de una obra que plasma en pinturas, tapices y esculturas. Él es quien nos recibe a las puertas del edificio proyectado por Bruce Graham donde se encuentran la galería, la biblioteca, los apartamentos para residentes y los talleres. El mural de Frederic Amat realizado con unos 700 pechos de cerámica en la fachada del primero de estos últimos, da paso a espacios de trabajo interconectados con grandes ventanales y balcones que parecen sumergirse en plena naturaleza.

Los Pits de Gallifa [pechos de Gallifa] se incorporaron a las diversas obras al aire libre que pueblan este espacio en 2002, tras ser cocidos en el horno de leña Koryu —nombre de un tipo de cerámica coreana del siglo XVII—, uno de los siete que posee la fundación. Los mismos hornos que emplearon Miró, Llorens Artigas y Joan Gardy Artigas, para crear los murales para la sede de la UNESCO en París (1955), la Universidad de Harvard (1960) y El Museo Guggenheim de Nueva York (1966) entre otros.

Este lugar es una suerte de laberinto íntimo y en calma donde los problemas del exterior parecen desvanecerse por completo. Siguiendo el camino del racó, llegamos a la masía, al lago y al loft, un micromundo de fusión entre Cataluña, Japón y el mundo donde conocemos a Joan y Mako Artigas. “¿Catalán, castellano o inglés?” pregunta Joan amable mientras nos invita a entrar. El espacio es sumamente acogedor. Joan prepara café y lo sirve en diversas tazas que coloca sobre unos platillos de madera. Isao le reprende jocoso “¡En casa de un ceramista y platos de madera!” Su nuevo hogar con vistas al lago es un loft situado en el antiguo taller en el que Josep Llorens y Joan Miró realizaron obras de grandes dimensiones.

A sus 83 años de edad, Joan Gardy Artigas transmite una gran alegría de vivir pero también la satisfacción de haber vivido como ha querido. “He tenido una vida muy completa”, resume sonriente. Fue Artigas padre, profesor de Mako en la escuela Massana de Barcelona, quien presentó al matrimonio que tengo sentado frente a mi hoy. “Yo me disponía a viajar a Japón de mano de la fundación March. Ella [Mako] estaba estudiando en Barcelona”, me explica Joan. “En aquellos tiempos, ir a Japón no resultaba fácil” continúa Mako. Así que ella le ayudó y fue allí donde se casaron. La impronta japonesa de Mako se respira en cada detalle tanto de la casa como de la fundación. Las ventanas son de estilo shōji —los paneles deslizantes tan característicos del país nipón—. Ésta nos explica que, igual que varios de los muebles que visten la estancia, son originales del hogar en el que creció, de donde los rescató antes de su derribo. “Estos muebles deben de tener más de 150 años” señala riendo.

A sus 83 años de edad, Joan Gardy Artigas transmite una gran alegría de vivir pero también la satisfacción de haber vivido como ha querido. ‘He tenido una vida muy completa’, resume sonriente

La galería de la Fundación acoge una muestra del trabajo realizado por Mako (Tokio, 1937), que recientemente ha explorado la cerámica. Ésta vino a España a los 23 años de edad en barco, parando en diferentes puertos durante un mes. “Yo estaba en una escuela de monjas españolas y tenía muchas ganas de salir de Japón por los terremotos, tifones y demás desastres. Así que pensé que, con la ayuda de las monjas, quizá venir a España sería fácil: «voy a España y de ahí luego me voy a París». Pero apareció Joanet y me quedé”. El matrimonio, no obstante, sí acabó viviendo entre París y Barcelona, sin fallar a la visita anual a Japón entre otros lugares.

Salimos al jardín para retratar a la familia. Encantador, presumido y algo tímido, Joan sonríe y se lamenta burlón de no tener la barba más larga “que siempre da un aspecto más interesante, más profundo”. En nuestra conversación aparecen nombres como Picasso, Chagall, Braque y Giacometti, a quienes Joan conoció en París. Los tres recuerdan a Elsa Peretti —muy vinculada a la fundación y amiga de la familia cuya pérdida se produce mientras escribo estas líneas—. Una generación que en los años 60 y 70, se dio en llamar la Gauche Divine. “Todos estábamos en Bocaccio”, resume Joan. La discoteca ubicada en la calle Muntaner de Barcelona entre 1967 y 1985, fue un lugar de encuentro entre artistas e intelectuales como Oriol Maspons, Ricardo Bofill, Joan de Sagarra, Toni Miserachs, Óscar Tusquets y Colita.

Si por Bocaccio pasaron los artistas más relevantes de la escena catalana, por el racó de Gallifa lo hicieron grandes nombres de la escena internacional como Barry Flanagan, Joan Mora, Antoni Tàpies y Sam Szafran entre otros. A medida que avanza nuestra charla, me doy cuenta de que sería más sencillo enumerar quién no ha visitado este insólito rincón. Estamos casi despidiéndonos pero, como casi siempre sucede, las palabras fluyen ahora con mayor facilidad. “¿Eres de Bilbao? Frank Gehry –autor del Museo Guggenheim Bilbao– también estuvo aquí”.