AMOR BIFOCAL
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El oftalmólogo acercó al panel colgado sobre la pared. Varita en mano, señaló la segunda fila de letras a fin de que el paciente las leyera en alto. Allí estaba todo preparado, un panel con luz y unos caracteres flotando sobre el mismo. Sin embargo, la distancia adecuada desde la que observar las cosas no era tan fácil de calcular fuera de dicho espacio.
Había realizado diversos intentos de aproximación, pero no había conseguido salvar el abismo. Las dioptrías habían aumentado entre su pareja y él. Ya no podía verla tan claramente como antes. Ambos habían cambiado o todo era cuestión de perspectiva. El caso es que eran diferentes, o quizá los mismos pero con nuevas facetas antes ocultas por las circunstancias.

El cine es una de las artes que tratan de reflejar los dilemas ante los que nos enfrentamos: 10.000 KM distan Los Ángeles, donde está Álex, de Barcelona, donde vive Sergi. Ambos mantienen una relación a distancia empujados por las circunstancias. A Álex le ofrecen una beca para trabajar durante un año en su campo, la fotografía. Con la promesa de retomar los planes en común a su vuelta, emprende el viaje de ida. El film, dirigido por Carlos Marqués-Marcet, ahonda en el día a día de esta pareja que intenta luchar contra la distancia, la diferencia horaria y los cambios personales que ambos experimentan en dicha brecha espacio-tiempo.

Uno frente a otro, separados por un montón de kilómetros y unidos por la red de redes. Frente a la pantallas tratan de humanizar una situación sin olor, sin sabor, sin tacto. Obligados a contarse cosas que antes podían expresar con una caricia.En una relación a distancia, el trabajo en pareja se centra en dotar de significado, intensidad y emotividad a cada uno de los instantes en común. Una tarea que puede parecer fácil pero no lo es. Cada una de los implicados en la relación vive la mayor parte de su vida sin el otro por lo que los encuentros a veces pueden verse enrarecidos. La desvirtualización cuando la pareja se ha conocido con el escudo de la tecnología sitúa a sus protagonistas ante el miedo de la tridimensionalidad. La realidad puede no ajustarse a la imagen que nuestro cerebro ha construido de manera inconsciente bajo los parámetros ya conocidos.

Amor bifocal, ésa era mi propuesta. Quería mirarla como antes, percibirla en su conjunto sin dejar de captar los detalles: las manías, las miradas, los gestos…en definitiva, todo lo espontáneo

Lejos de suponer un obstáculo, hay quien vive cómodo dentro de la independencia que le aporta la situación. Y cuando esto cambia, el objetivo se centrará en mantener la novedad, ese factor sorpresa que existía de forma natural cuando había distancia, una tercera pasajera que jugaba un importante papel. Al mismo tiempo se debe asumir que una relación de convivencia no puede tener los giros sorprendentes que tenía la anterior.

Cuando vemos de lejos, nos perdemos los detalles del cuadro. Alguien dijo una vez que no existen los viajes de vuelta, ya que cuando regresamos al punto de partida no somos los mismos. Tampoco lo son el lugar ni las personas que dejamos en uno y otro sitio. Las relaciones entre dos personas se podrían definir como un juego de distancias. Sus miembros se acercan y se alejan emocionalmente según el momento. El juego tiene normas similares a las de los bailes de salón. En una relación de pareja, sus miembros están inmersos en un baile en el que el ritmo y los pasos los marcan ambos. Movimientos con los que se alejan los suficiente para mantener su espacio individual, su propio yo, pero que también les acercan para sentirse y emocionarse al son de un mismo lenguaje.

Amor bifocal, ésa era mi propuesta. Quería mirarla como antes, percibirla en su conjunto sin dejar de captar los detalles: las manías, las miradas, los gestos…en definitiva, todo lo espontáneo.

Todo lo que la hacía única.