Una mirada que traspasa la cámara

Una mirada que traspasa la cámara
  • Entrevista a la primera mujer fotoperiodista de España, Joana Biarnés.

  • Openhouse magazine
    Issue Nº9

  • Fotos de archivo cortesía de Joana Biarnés

    Retrato de Lander Larrañaga
    landerlarranaga.com

JOANA BIARNÉS

Los grandes personajes suelen destacar por su humildad. Al menos este es el caso de Joana Biarnés, la primera fotoperiodista española. Su indiscutible carisma, su tremenda vitalidad, su valentía y su gran sentido del humor dejan claro por qué logró ser una entre todos. Cómo, pese a los malos momentos y especialmente gracias a los buenos, continúa conservando un carácter vital y combativo, tanto o más que cuando decidió colgarse del cuello una cámara de fotos para salir a capturar el mundo.

Juanita, como le llamaban sus compañeros, únicamente quiso desempeñar la profesión de fotoperiodista como el resto de sus colegas, pero mientras intentaba mostrar su amor por la fotografía y su valía en el oficio, también se convirtió en una pionera en la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres a principios de los años 60.

Mujer de intensas emociones, Joana ha tenido varias pasiones en su vida. La primera fue el fotoperiodismo, una profesión a la que llegó de manos de su padre, fotógrafo deportivo, a quien ayudaba en el laboratorio desde que era una niña. Su sabiduría e integridad animaron a Joana a realizar sus propios reportajes e iniciar una carrera en la que compitió con sus compañeros en clara desventaja, pero con total entrega. “El fotoperiodismo es algo que tienes que sentir. Te da disgustos y te domina en ocasiones, pero aún así hay que quererlo. Para mí es como una pareja a la que perdonas ciertas cosas”, explica.

Si tuviera que escoger un término que defina por lo que pasó durante los primeros años de su carrera, esa palabra es incomprensión: “Muchísima. Por parte de hombres a quienes incomodaba que fuese una mujer quien les retratase y por parte del Gobierno de la época. Un acoso, no sexual pero sí de género, por ser mujer y fotógrafo”, explica indignada. “La policía me echaba sistemáticamente de todos los edificios oficiales, aunque llevase las credenciales, por el hecho de ser mujer. Esto te da un golpe muy duro”. Siempre defendió la formulación masculina del oficio: “Decirlo en femenino era como hacer una concesión. Yo era un fotógrafo más, solo que con falda y zapatos”.

El fotoperiodismo es algo que tienes que sentir. Te da disgustos y te domina en ocasiones, pero aún así hay que quererlo. Para mí es como una pareja a la que perdonas ciertas cosas
— JOANA BIARNÉS

Su padre le había enseñado a que debía obtener ‘La Foto’. Aquella imagen que fuese la clave de la historia y que se diferenciara de la que hacían los demás. Movida por ese impulso, en 1965, tras la rueda de prensa que los Beatles habían ofrecido con motivo de su concierto en Madrid, Joana consiguió colarse en la suite del hotel en la que se hospedaban. “Creo que no se tomaron en serio que era fotógrafa. Pensaron que era una ‘groupie’ que se había inventado que era fotoperiodista”. Pasó tres horas charlando y disparando con su cámara. El diario Pueblo, donde trabajaba, no quiso el reportaje de los cuatro de Liverpool, así que Joana lo acabó regalando a otra publicación. Nunca recibió dinero de aquella exclusiva mundial pero su situación mejoró. Se convirtió en la fotógrafa de Raphael y recorrió medio mundo retratando su figura, además de publicar múltiples reportajes de sociedad con grandes personalidades de la época como Lola Flores, Sara Montiel, Orson Welles, Joan Manuel Serrat o Audrey Hepburn.

La policía me echaba sistemáticamente de todos los edificios oficiales, aunque llevase las credenciales, por el hecho de ser mujer. Esto te da un golpe muy duro
— JOANA BIARNÉS

Su pasión por el fotoperiodismo acabó en desengaño a principios de los 80, cuando el sensacionalismo comenzó a llenar páginas al tiempo que el periodismo desaparecía de ellas. Con gran pesar, a sus 50 años de edad, Joana cerró un capítulo de su vida. Dejó la profesión, vendió todas sus cámaras y se mudó a Ibiza, donde tenía una casa. Allí, las visitas de amigos atraídos por la buena mano de Joana en la cocina, eran constantes. Pronto se dio cuenta de que esta otra pasión podría convertirse en un nuevo oficio. Su marido, Jean Michel Bamberger, le apoyó en su decisión y juntos trasladaron su química a Cana Joana en 1985, él atendiendo las mesas y ella en los fogones. “Montamos el restaurante con muchísimo éxito y en una Ibiza maravillosa”.

Profesó su amor a la cocina durante veintidós años, tiempo en el que no fotografió a ninguno de las nombres conocidos que visitaron el restaurante, como Roman Polanski o Juan María Arzak. Su archivo de anécdotas, sin embargo, es inagotable. Recuerda las visitas de Naomi Campbell: “La segunda vez que vino, Jean Michel instaló su mesa en el fondo de la sala para que los comensales la vieran cada vez que tuviera que ir al baño. Caminaba como una gacela, con una minifalda cortísima y un cinturón con una gran hebilla. ¡Si ves las caras de los clientes. Un silencio! Todo el mundo dejó de comer por un instante”.

Ahora Joana se reencuentra con la fotografía, su gran amor, gracias a su primer trabajo, publicado en 1962: un reportaje sobre las riadas de Terrassa, su ciudad natal. En 2011, Cristóbal Castro preparaba una exposición con motivo del quincuagésimo aniversario de la catástrofe y contactó con ella para ver su material. Éste descubrió el extenso archivo que Joana aún conservaba justo cuando ella se disponía a destruirlo, convencida de que nadie le daría un valor.

Cristobal recuperó su nombre, no sólo como primera fotoperiodista de España, sino como un fotógrafo con una mirada única. A pesar de ello, nunca se ha arrepentido de dejarlo: ”Volvería a hacerlo porque el tiempo me ha demostrado que mereció la pena. Ahora, sin esperarlo en absoluto, estoy recogiendo el premio”. Con la misma ilusión de los inicios, a sus 83 años, Joana ha vuelto a colgarse la cámara y está preparando varios proyectos. Hoy abraza el objetivo con menos capacidad de visión pero con la misma mirada de entonces porque, como ella misma dice, con lo que dispara es con el corazón.